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El doble filo de la tecnología. Cuando las TIC desconectan

Hace décadas que hablamos de qué es la temida brecha digital y del impacto que supone. Sin embargo, la pandemia ha agudizado sus rasgos todavía más. ¿Ha llegado el momento de acortar la distancia entre la tecnología y las personas mayores?

M.S. / EM 14-07-2022

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Es un pronóstico al que cada vez nos acercamos más y que, de tanto repetirlo, empezamos a aprender de memoria: en 2050, uno de cada tres españoles tendrá más de 65 años. La cuestión es si, a sabiendas de este futuro no tan lejano, estamos preparados como sociedad para esta nueva realidad.

El Barómetro de Mayores UDP de julio de 2021 analiza el fenómeno de la brecha digital y su relación directa con la evolución generacional de la sociedad. Además, lo hace teniendo en cuenta el impacto de la pandemia y como esta afectó al aislamiento social de muchas personas y, en particular, el de aquellas de más edad.

El porcentaje de usuarios de Internet entre los mayores de 65, según los datos recogidos en este informe, sigue aumentando: representan actualmente seis de cada diez (59,5%) mientras que en 2019 no llegaban a la mitad (46,8%) y en 2017 eran el 32,7%. “La posible adaptación –o la dificultad para ello– al ámbito digital se muestra como un aspecto de crucial importancia en la actualidad para las personas mayores”, recoge el barómetro.

El director de la Fundación Memora, Joan Berenguer, destaca que “las nuevas tecnologías están presentes en cada vez más esferas de nuestra vida y, en los últimos años, se han hecho necesarias para acciones muy cotidianas. Esto seguro que es positivo porque las nuevas tecnologías pueden ser aliadas en la mejora de procesos, en eficiencia y en un aumento de la comunicación, pero también es cierto que, en el caso de las personas mayores, existe el riesgo de generar exclusión”. De hecho, según un estudio de la Universidad CEU San Pablo, el 70% de los mayores de 74 años nunca ha entrado en Internet y este porcentaje se dispara a partir de los 84 años.

Paralelamente, continúa Berenguer, “la Administración ha invertido sus esfuerzos en la extensión de las infraestructuras digitales, pero no siempre ha prestado atención a la alfabetización digital de los mayores para poder mejorar su acceso a las nuevas tecnologías y reducir, así, la brecha digital”.

El concepto de brecha digital, y así lo explican desde Cruz Roja Española, hace referencia a la desigualdad en el acceso, uso o impacto de las Tecnologías de la Información y la Comunicación entre grupos sociales. 

Si bien hace ya muchas décadas que escuchamos hablar del impacto de esta temida brecha, también es cierto que la reciente pandemia ha puesto de manifiesto sus rasgos más obvios. “Es evidente que cuando la mayor parte de la sociedad estaba intentando virtualizar o hacer de manera digital lo que hacíamos de manera presencial, todas las personas que no tenían acceso a este mundo digital quedaron todavía más desconectados de la otra parte de la sociedad. Aun así, y poniendo un punto más positivo, es verdad que como durante la pandemia se hizo más patente y visible esta desconexión de la que hablábamos, surgieron muchas iniciativas para intentar paliar o limitar los daños de la brecha digital”, exponen para entremayores Michel Rodríguez y Joaquín Pérez, del Área de Personas Mayores de Cruz Roja, que atiende a cerca de 260.000 personas al año, siendo por tanto la más activa en cuanto al número de personas beneficiarias e intensidad de las intervenciones de esta organización. A raíz de la pandemia, vieron cómo se incrementaban los perfiles vulnerables y aparecían nuevas necesidades entre el colectivo senior personas mayores. 

Un ejemplo de iniciativa dirigida a limitar esos daños de la brecha digital es la que emprendió Estefanía de Regil, fundadora de emayores (www.emayores.com). “Mi proyecto personal nace ante la evidencia del peligro de exclusión social en el colectivo de las personas mayores. Una de las reflexiones que me llevó a seguir adelante fue si dentro de las personas que manejamos las tecnologías nos perdemos en ciertos contratiempos que nos pueda surgir, qué pasa con el resto. Damos por sentadas muchas cosas que creemos adquiridas –vocabulario relacionado, manejo de un dispositivo... – pero, ¿quién ha acompañado a las personas mayores en esta transformación?”.

Fue esa cuestión la que llevó a esta emprendedora a poner en marcha una iniciativa con la que busca facilitar a las personas adultas el uso de las TIC. “Vivimos una revolución tecnológica y lo digital se impone cada vez más, tanto para la sustitución de lo analógico como de actividades presenciales. El cambio ha sido y está siendo rápido”, comenta De Regil, que reflexiona sobre cómo estos avances, al igual que tantos otros, pueden dejar a parte de la sociedad excluida si no existen recursos y herramientas que les permitan sumarse a esos cambios. “Las personas mayores están dentro de este ámbito, entre otras cosas porque las nuevas iniciativas están pensadas para un mundo ya transformado olvidando los que están en proceso”, añade la profesional.

ELLOS CUENTAN: PROCESO DE INCLUSIÓN DE LOS SENIOR
Según datos obtenidos de Eurostat –y analizados por el BBVA–, casi la mitad de las personas entre 65 y 74 años que utilizan Internet cuentan con habilidades digitales bajas. Existe una brecha digital en España que afecta especialmente a las personas mayores, lo que ha provocado, en las circunstancias actuales, la necesidad de ponerse al día muy rápido.

Precisamente, durante la pandemia, como recuerda el director de la Fundación Memora, “las nuevas tecnologías fueron clave para mantenernos conectados, en el ámbito social y familiar, pero también en el ámbito médico. En esos meses de aislamiento y restricciones, hay que recordar que el uso de plataformas de teleconsulta creció y facilitó que la actividad médica no presencial creciera exponencialmente. Sabiendo que buena parte de las personas mayores tienen dificultades para acceder a las nuevas plataformas tecnológicas, parece indudable que la brecha digital se agudizara en el contexto de la pandemia. Más de dos años después de la irrupción de la Covid-19, algunas rutinas y actividades se han consolidado en formato no presencial, pero ello no debería significar que se consolide la brecha digital”, explica Berenguer.

Los datos corroboran ese crecimiento de las competencias digitales de los senior tras la pandemia pero, ahora bien, “si un mayor no ha aumentado su habilidad digital durante este tiempo, sin duda va a quedar aun mas lejos del resto de la población”, asegura Carlos Pérez Llorens, fundador de SeniorTIC. “En las mediciones de competencias digitales realizadas, se informa que los senior han subido en diez puntos sobre 100 su solvencia digital. Muchos son conscientes de este problema y lo están resolviendo pero, por otro lado, es imprescindible hacer productos para todas las edades, y la usabilidad y la accesibilidad deben ser asumidas por todos en sus alternativas digitales”.

Este madrileño afincado en Sevilla es el fundador de ‘www.seniortic.org’, blog que parte de una premisa: acercar la tecnología a todas las personas o, en otras palabras, favorecer una feliz sociedad longeva, alentando el uso de las TIC. Pérez Llorens explica a este periódico que “los objetivos de usabilidad y accesibilidad siempre han estado presentes en la informática y, en la creación de productos, estas funcionalidades normalmente se tienen en cuenta, pero en cambio se desarrollan sin incorporar a las personas al proceso productivo. Es decir, se hacen productos pensando en las personas, pero sin las personas”. Hace hincapié en que no se integra a las personas de más edad en estos procesos y que, además, estás aplicaciones son hechas normalmente por jóvenes “y sus referencias son las de su generación, no las de los mayores”. “Los mayores, por tanto, no quedamos favorecidos. A mi entender, no hay un edadismo intencionado, pero sí de hecho”, comenta Pérez Llorens. “Hoy los productos en general y los tecnológicos en particular deben hacerse pensando en todo el ciclo de vida. Por ejemplo, una casa debe construirse con barandillas para evitar la caída de los niños y con rampas para favorecer el acceso a los mayores”, añade.

Es ese un punto común en el camino hacia hablar de inclusión de los mayores en esta revolución digital, y es el hecho de que los procesos de diseño de aplicaciones, productos y servicios tengan en cuenta sus competencias digitales y sean conscientes de las demanadas y necesidades de este colectivo.

Aunque hay muchas iniciativas tecnológicas públicas, privadas y del tercer sector que tiene a las personas mayores en el centro, señalan Michel Rodríguez y Joaquín Pérez, “en términos generales sí que podemos decir que en la mayoría de los casos se les ha marginado del proceso de digitalización o no se les ha tenido lo suficiente en cuenta. En los procesos de diseño tecnológico inicialmente se buscan los early adopters, es decir las personas usuarias que más rápidamente van a adoptar un producto o servicio para después ir incluyendo a más sectores de la población. El problema viene cuando desde la mayor parte de las empresas piensan que no les compensa hacer los esfuerzos para incluir a ese 20% de la población que son las personas mayores porque con el 80% restante la rentabilidad ya es suficientemente alta”, exponen desde el Área de Mayores de Cruz Roja.

¿CUÁNDO Y CÓMO? ACCESO A LAS TIC Y FORMACIÓN
Miedo, desconocimiento, falta de apoyo a la hora de aprender su uso, pocas facilidades para formarse... son muchas las barreras a las que se enfrentan los mayores que, como ellos mismos insisten, no quieren quedarse atrás en este proceso imparable de revolución tecnológica. 

“Prefiero llamarlo retos a dificultades”, destaca De Regil. El uso de pantalla táctil con lo que conlleva, la ausencia de un teclado físico, una pulsación sensible, vocabulario complejo, conceptos, configuraciones, etcétera, son algunos de estos retos a los que conviene hacer frente. “Incluso el propio entorno somos un reto. Se decide por ellos, se les habla asumiendo que saben qué es la Play Store o la nube, ¿alguien se lo ha contado?”, se pregunta la impulsora de emayores. 

Por su parte, Pérez Llorens enumera estas dificultades de la siguiente manera: “La primera es que la tecnología a muchos de nosotros nos ha llegado cuando ya teníamos una edad madura. La segunda es que tenemos una mentalidad analógica, por decirlo de algún modo. Nuestras habilidades son diferentes, estamos más acostumbrados, por ejemplo, a la lectura de libros que a buscar información en internet. A leer un periódico en papel o preferimos hablar en lugar de enviar un mensaje electrónico. Y la tercera es que, según avanza la edad, nuestras facultades cognitivas disminuyen. Vemos peor, nuestra motricidad es menor y tenemos dificultades auditivas. La memoria nos falla”. Además, añade, “si a todo esto le sumamos que los productos no se hacen pensando en nosotros y son diseñados con poca accesibilidad, hace que nos encontremos en un escenario muy desfavorable”.

Son hechos innegables pero en los que, sin embargo, sí se puede trabajar. “Formación, formación y formación profesionalizada, ajustada a las necesidades de las personas mayores, con un plan formativo con el objetivo real de que las personas mayores sean ciudadanos digitales”, expresa De Regil. “Igualmente la tecnología debe estar diseñada para las personas y no que las personas se adapten, ampliar posibilidades de configuraciones accesibles, simplificar la secuencia de pasos para llegar al fin y, por supuesto, llegar a todos los rincones donde haya una persona mayor”, añade esta profesional comprometida con la consecución de un Internet para todos.

INICIATIVAS 
De los numerosos proyectos centrados en la formación y uso de las TIC destaca, por ejemplo, el desarrollado en Navarra por la Asociación de Daño Cerebral Adacen, con la colaboración de la Confederación de Personas Mayores Tercer Tiempo y el apoyo de #InnovaSocial del Programa Innova, de Fundación Caja Navarra y Fundación La Caixa.

Confidence (Conexión, Fortalecimiento, Innovación y Digitalización del Ecosistema Navarro de Cuidado al Envejecimiento) es un proyecto piloto que tiene como objetivo fortalecer a las asociaciones de personas mayores ayudándoles a incorporar nuevos servicios sociosanitarios digitales avanzados y económicamente sostenibles que mejoren el estado de salud y la calidad de vida de los senior, independientemente de su lugar de residencia, empoderándoles digitalmente. Se trata de una iniciativa pionera a nivel nacional en la que colaboran empresas especializadas y que se vale de las nuevas tecnologías, no solamente para la prevención y estimulación, sino también para favorecer la socialización de este colectivo.

En una línea similar la encontramos en Aragón, de la mano del Gobierno de Aragón promovida por Aragonesa de Servicios Telemáticos (AST) y el Laboratorio de Aragón Gobierno Abierto (LAAAB). Se trata de ‘La compañía’, una red de voluntariado y mediación digital para personas mayores de 65 años cuyo objetivo es fomentar sus competencias digitales y darles herramientas para empoderarse y manejarse con agilidad en la sociedad digital actual.

El proyecto –puesto en marcha hace tan solo dos meses– consiste en que un grupo de voluntarios ayuden a otras personas para fomentar la independencia digital de otros mayores, combatiendo al mismo tiempo la soledad no deseada. El propósito es, como exponen desde el LAAAB, “la independencia digital de la generación silver: formaremos personas mayores capaces de afrontar los desafíos tecnológicos, dándoles herramientas y formación para mejorar sus competencias digitales y moverse con soltura dentro de los entornos digitales”.

UN ANTÍDOTO CONTRA LA SOLEDAD NO DESEADA
Es importante, por otro lado, echar una mirada a las ventajas que las TIC pueden reportar a las personas de más edad. Ya no se trata, solo, de la inclusión de las personas mayores en todas las esferas de la vida pública y privada, o que puedan acceder a los servicios como el resto de ciudadanos, sino que la tecnología contribuye de manera innegable a la mejora de su calidad de vida. 

Una de las primeras ventajas a las que se refiere Estefanía de Regil es el nivel de autoestima: “Poder llegar a manejar estas herramientas, teniendo en cuenta el reto que les supone, permite que el nivel de autoestima se eleve. Conseguir manejar esta herramientas conlleva también mayor grado de autonomía, además de una integración en la sociedad y familia, la no desconexión social”, expone. Es evidente, como coinciden los expertos, en que el hecho de sentirse independientes y autónomos incide directamente en el bienestar de las personas. Por el contrario, no tener la oportunidad de aprender puede suponerles una cierta frustración y desánimo.

Además, estas herramientas permiten a los senior comunicarse a través con otras personas, por lo que se puede concluir que la tecnología es un excelente medio de socialización y, por tanto, contribuye a mitigar la soledad y la desconexión social a la que se enfrentan muchos senior –y que se agudizó con la pandemia–. 

De la misma manera, el manejo habitual de tecnologías adaptadas a sus capacidades permite a los mayores trabajar áreas cognitivas, la memoria y, lo que también es importante, disfrutar del ocio que estas les pueden proporcionar. Ni más, ni menos que a otros grupos de edad. Porque si la tecnología es para todos, también debe estar al alcance de todos.







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